jueves, 7 de octubre de 2010

Dorcas: La Mujer que amaba a Dios!

Hechos 9:36-39, 40-43

Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita, que traducido quiere decir Dorcas. Esta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía. Y aconteció que en aquellos días enfermó y murió. Después de lavada, la pusieron en una sala. Y como Lida estaba cerca de Jope, los discípulos, oyendo que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres, a rogarle: No tardes en venir a nosotros. Levantándose entonces Pedro, fue con ellos; y cuando llegó, le lleva­ron a la sala, donde le rodearon todas las viudas, llorando y mostrando las túnicas y los vestidos que Dorcas hacía cuando estaba con ellas. Entonces, sacando a todos, Pedro se puso de rodillas y oró; y volvién­dose al cuerpo, dijo: Tabita, levántate. Y ella abrió los ojos, y al ver a Pedro se incorporó. Y él, dándole la mano, la levantó; entonces, llaman­do a los santos y a las viudas, la presentó viva. Esto fue notorio en toda Jope, y muchos creyeron en el Señor. Y acon­teció que se quedó bastantes días en Jope, en casa de un cierto Simón, curtidor.

Romanos 12:4-8 Porque de la manera que en un cuerpo tenemos mu­chos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros. De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.

Santiago 1:27 La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guar­darse sin mancha del mundo.

Dorcas no es una mujer particularmente impresionante. Esto es lo pri­mero que descubrimos acerca de ella. La única cosa que sabía hacer bien era coser; pero ¿quién llamará a esto un don excelente? Hay muchas mujeres que saben coser.
Dorcas es una mujer con un talento, sólo tiene un don, y aun éste de relativa importancia.
Habría sido fácil para Dorcas pensar: «Yo no soy profetisa como Ma­ría, y no puedo gobernar como Débora, y no soy una mujer que jugará un gran papel en la historia de mi país. No pertenezco a la categoría de mujeres bien dotadas.
Sin embargo, hay una cosa en la cual Dorcas sobrepasa a toda mujer de la Biblia, particularmente del Antiguo Testamento. En el Nuevo Testa­mento es la primera llamada «discípula», o seguidora de Jesús. Y esto lo hace todo diferente.
Dorcas abrió su corazón a Él antes de seguirle; vino a ser su Salvador antes de ser su Señor. Pero cuando ella lo aceptó como Redentor no se detuvo ahí. La fe es más que una simple comunión con Dios; ha de ser demostrada, tiene que ser usada para servir a los demás. La verdadera fe se expresa con hechos.
La persona que sigue a Cristo es movida en favor de la gente, como El lo fue. Viene a ser una persona creativa, empeñada en hacer todo lo que puede para dar a su vida el máximo propósito.
Por tanto, la discípula Dorcas hace lo que era propio de ella: cose; especialmente para viudas pobres. Cose lo mejor que puede, de acuerdo con su don.
Una mujer que es verda­deramente libre, es libre para ser ella misma y pue­de desarrollar su camino por el camino que Dios ha preparado para ella. La persona que es libre interiormente es una per­sona feliz que reparte fe­licidad. La sociedad no podría funcionar sin esta clase de personas. Esta mujer no sentía que tu­viera que luchar por sus derechos; no tenía que esforzarse para ser algo, porque ya era alguien por sí misma.
Siendo Dorcas una discípu­la, sabía lo que agradaba a su Señor. Por esto no trabajaba de mala gana ni con desánimo. La labor para las viudas no era un simple pasa­tiempo para ella. Tiene un objetivo en mente: Lo hace de todo corazón, porque ama a Dios.
Era «una mujer cuya vida estaba llena de acciones buenas y caritativas», dice el Nuevo Testamento.
Cuando Jesús entró en su corazón Dorcas vino a ser una mujer libre. El la llamó, asimismo, a la Verdad, y afirmó que los que fueran libertados por la Verdad que El había venido a traer al mundo serían verdaderamen­te libres. Dorcas obra desde esta base de libertad.
Dorcas viene a ser una mujer que vive más allá de su tiempo. Experi­menta un cumplimiento en la vida mientras está trabajando con sus ma­nos, lo único que podía hacer en el tiempo en que vivía. Muchas mujeres que viven en Haifa hoy día estarían ciertamente contentas de cambiar su lugar con ella.
Dorcas atiende a una verdadera necesidad cosiendo.
Necesita poco para ella misma; por lo tanto, vive para otros, y ésta es la razón de su felicidad. El que quiere obtener felicidad debe compartirla. «La felicidad es una hermana gemela del amor», dijo Lord Byron, el famo­so poeta inglés.
Muchas de las viudas de Haifa llevaban vestidos confeccionados por Dorcas. Había una gratitud creciente hacia ella, que probablemente esta­ba sola, era la más adecuada y hábil para dar ánimo espiritual y moral a las viudas. Entendía a las mujeres solas y podía hablar con ellas.
En consecuencia, ella utiliza su potencial. Al hacerlo así, se convierte en una persona importante en la iglesia.
Pero viene el golpe de repente. Dorcas enferma y muere.
Alguien recuerda que Pedro está trabajando en Lida, sólo a 18 kilóme­tros, y envía apresuradamente hombres que vayan a buscarle.
Ellos saben que Pedro posee poderes sobrenaturales. ¿No habían oído ya que la gente enferma se curaba con sólo caer la sombra de Pedro sobre ellos? ¿No había curado él, y Juan a un cojo? Todas sus esperanzas esta­ban, pues, centradas en el apóstol Pedro.
En la habitación donde yace el cuerpo muerto, Pedro es rodeado por un grupo de mujeres que lloran. Le dicen lo terrible que será estar sin Dorcas.
¡Cuán desoladas se sentirán sin ella! Y le muestran los vestidos que ella había cosido para ellas.
A menudo se dicen buenas cosas de un muerto, por simple cortesía. Pero en este caso es evidente que los que quedan detrás sufren por la pérdida de la vida que fue arrebatada. El amor de Dorcas para ellas les ha despertado una gran respuesta de amor. ¿Qué otra cosa podía suceder?
Pedro hace lo que vio hacer al Señor en una ocasión similar. Pide a todos que dejen el cuarto. Entonces ora y restituye la vida a Dorcas por el poder de Dios.
La Biblia refiere los casos de siete personas que fueron resucitadas, y entre ellas está Dorcas, la única mujer adulta. Las noticias de su resurrec­ción vienen a ser objeto de conversación en Jope.
« ¿No lo has oído? -la gente exclama, pasándolo de unos a otros ­¡Vive otra vez! ¡Pedro la ha resucitado!» Ocurre algo extraordinario tam­bién. La gente comprende que Dios ha obrado un milagro, pero no honran a Dorcas, ni a Pedro, sino a Dios mismo.
Mediante estos sucesos las gentes comprenden la vaciedad de sus pro­pias vidas y desean también creer en el Señor Jesús. Empiezan a compren­der algo de los valores de la vida, quieren pertenecer a El, como Dorcas; quieren venir a ser cristianos. Personas nuevas con una nueva perspectiva.
« ¿Qué tienes en tu mano?», preguntó el Señor a Moisés hace mucho tiempo. «Una vara», respondió él. «Pues ve y obra con esta vara -le dijo Dios- y serás mi servidor.»
Si Dios hubiese dirigido a Dorcas la misma pregunta ¿qué habría res­pondido? «Señor, tengo hilo y aguja.» Y entonces El le habría demostrado que éstos eran los instrumentos con los cuales le podía servir.
La vida, muerte y resurrección de Dorcas contribuyó al esparcimien­to del evangelio. Pedro no pudo dejar Jope por algún tiempo; había trabajo allí, había mucho que hacer; la gente estaba preguntando acerca de Dios.
Dorcas inicia un movimiento que se extiende más allá de los límites de la ciudad y de su país. Indirectamente vino a ser una gran evangelista. En nuestro mundo actual hay muchas sociedades que se llaman Dor­cas. Entre ellas la Sociedad Internacional de Beneficencia «Dorcas», de los Estados Unidos, es la más grande. Millones de gentes necesitadas son alimentadas y vestidas por esta sociedad.
¿Quién puede calcular el número de mujeres en el mundo que han sido influenciadas por la vida de esta mujer? Su brillante ejemplo nunca se extinguirá. Esto es lo mejor que cualquier discípulo de Cristo puede desear.

 (Hechos 9:36-42; Romanos 12:4-8; Santiago 1:27.)